©David Mack

Beethoven: la sinfonía final es un regalo, en forma de novela gráfica, que cuando se abre por vez primera, con el esmero necesario – dada su cuidada edición – y el debido interés – por la materia sobre la que trata –, te transporta con cierta nostalgia a ese cofre de saberes y emociones que se acumulan en tu cerebro y en tu corazón a lo largo de la vida. A esos recuerdos que se construyen leyendo, investigando o escuchando sobre una materia, un momento, una época, una personalidad… Pues bien, esto es exactamente lo que sucede con Ludwig Van Beethoven a lo largo de las más de 200 páginas del cómic que BAO Bilbao Ediciones, junto con la editora Rocío Rubio, han publicado recientemente y por el que los amantes de las letras, la viñeta y la música debemos estar de enhorabuena. Un clásico norteamericano que nos llega de la mano de los guionistas del universo DC de Marvel, Brandon Montclare y Frank Marraffino – magníficamente traducidos por Kike Babas y Trespi –, y de una docena de reconocidos artistas gráficos como Luisa Ruso, Patricio Delpeche, Andres Szymanowicz, Liana Kangas o Miki Tsujii entre otros, quienes son los encargados de hacernos transitar por algunos de los momentos fundamentales de la biografía del músico de Bonn.

©Patricio Delpeche

Entrando en el detalle, estamos ante una historia que, a primera vista, parece ciertamente sorprendente, incluso arriesgada, pero que, a medida que te sumerges en ella, te va enganchando y conquistando por lo original e infinito de la misma. La alternancia de historias y fábulas de calado con breves instantáneas de la vida de nuestro protagonista – unos Intersticios que se cuelan por las grietas del alma para recordarnos al Beethoven más humano, más terrenal y más frágil –, sumado, todo ello, a la variedad y calidad estilística de las viñetas de los diseñadores – rayando todos, en mi opinión, a un gran nivel – y a las partituras elegidas para poner banda sonora a todo este despliegue – muy acertada la idea de incluir un QR con una playlist que acompaña musicalmente a las lecturas –, no hace más que corroborar el potencial de este proyecto. Un éxito indudable, conseguido con con naturalidad y amenidad por parte de todos los actores involucrados, introduciendo al lector, por ejemplo, en aspectos de calado como la invasión napoleónica, la iniciación en las ideas ilustradas, la explosión del movimiento Sturm und Drang, los recuerdos de una dura infancia bajo la estela del padre, el aprendizaje y admiración hacia figuras como Goethe, Schiller, Neefe, Mozart, Haydn… La canción élfica, basada en el Elfenlied de Goethe, el Turandot de Schiller, el Arminus, inspirado en el poema Hermann y Thusnelda de Friedrerick Klopstock o Las ruinas de Atenas de August Kotzebue, asociados a algunas de las obras inmortales como la Sonata para piano nº 14, op. 27: “Claro de luna, la Quinta Sinfonía, op. 67, el Concierto para violín, op. 47 o el Himno de la alegría de la Novena Sinfonía, op. 125 son algunos de los magníficos binomios que recobran su estatus, su personalidad ante nuestros sentidos, ante nuestra memoria.  

En la página de la editorial se nos pregunta: “¿por qué sigue Beethoven estando tan vivo y tan de actualidad?” La respuesta, quizás, la podríamos encontrar en las palabras del propio compositor: “El Arte exige que no nos quedemos quietos”. Y a ello apelo. El ser humano, cuando se aúnan voluntades, esfuerzos y capacidades, consigue cosas inimaginables, como la de llevar a buen puerto obras de arte de este tipo. Beethoven nos dejó como herencia su sinfonía final para la historia. Hagamos que este libro también forme parte del recuerdo de nuestra sinfonía vital.